Un blog para gente de oídos inquietos y cierta peligrosa inclinación a la melomanía.
lunes, 14 de abril de 2008
Aerosmith - "Rocks" (1976)
Al contrario, en los setenta, y más específicamente en 1976, ese título significó una sola cosa: canciones magistrales forjadas con el más auténtico cuño rockero.
Con un sonido ya definido en su anterior álbum, “Toys in the attic”, los bostonianos de Aerosmith doblaron la apuesta con un trabajo que para muchos –entre los que me incluyo- los hizo tocar la perfección.
La fórmula, en el papel, se escribe simple: riffs crudos y sabrosos sobre un colchón de bajo y batería capaz de amortiguar los saltos más osados y los chillidos a ratos histéricos de Steven Tyler. En la letra chica, sin embargo, habría que apuntar inspiración, talento y locura, todo brotando en un periodo en el que su popularidad en alza los tenía embarcados en giras interminables y nadando en dólares, drogas y mujeres, ingredientes que a cualquiera podrían haberle hecho perder la cabeza. Y, claro, grabar una porquería de disco.
Pero basta apretar play para darse cuenta de que las cosas en verdad funcionaron.
“Back in the saddle” –una de las 500 mejores canciones de rock según la revista Rolling Stone- da la partida con unos acordes enigmáticos, cuyo dilema no tarda en ser roto por la estridencia del clásico grito tayleriano “ I’m baaaaaack / I’m back in the saddle again…”
Lo que viene después es rock and roll al 100%, con un ritmo pegadizo, melodías sencillas pero efectivas y estiradas de cuerdas al por mayor.
Luego de esa bofetada, “Last child” repite la fórmula de la partida falsa con unos melancólicos arpegios de guitarra que anuncian una balada. Pero un pase cromático hace despertar a toda la banda, que comienza a moverse alrededor de un simple riff funky nacido de los dedos del segundo guitarrista, Brad Whitford. Las vocales de Tyler se acomodan en forma perfecta al fabuloso cuadro rítmico empujado por la banda, a tiempo lento pero rebosado de picardía funky.
En la tercera canción del disco, “Rats in the cellar”, las guitarras golpean desde el principio y no paran de escupir la dureza de un heavy metal embrionario, aderezado con unas letras rabiosas. Sin duda una de las composiciones más veloces y energéticas de Aerosmith, que en ningún minuto pierde, eso sí, su sabor rockanrollero. No está de más la armónica de Tyler que se entromete en el duelo de cuerdas entre Perry y Whitford y que también brilla a partir de los 2.30, minuto en que el tema da un giro instrumental más propio de una performance en vivo.
Los riffs de clase siguen con “Combination”, en donde la voz de Tyler pasa a segundo plano, relegada por Joe Perry, que desgrana unas memorables líneas vocales de aire stoniano. En 2.40 la canción se transforma en un juego instrumental que, al igual que en el track anterior, domina hasta el final del corte.
“Sick as a dog”, el quinto tema de “Rocks”, expone en sus repetitivas estrofas una fórmula pop que resulta 100% efectiva, con melodías pegadizas paridas por el trémolo endiablado de la garganta de Tyler y un riff que ni tocado mil veces aburriría. En lo personal, una de mis favoritas del álbum, especialmente en ese pasaje de 2.55, en donde el riff muestra al desnudo toda su magia. Punto aparte merece Joey Kramer, quien a mi juicio alcanza aquí una de sus cimas más altas.
El toque oscuro dentro del disco lo pone “Nobody’s fault”, otro golpe cercano al metal que ha sido versionado por L.A. Guns y también por Testament. Con deliciosos toques de wah wah, la canción se mueve en un patrón rítmico que recuerda bastante a Led Zeppelin y debe así gran parte de su fuerza al trabajo de la base armada por Hamilton y Kramer. El resto lo entregan las guitarras, con riffs donde asoman cromatismos y solos particularmente agresivos. Otra joya.
El track 7, “Get the lead out”, trae de vuelta el ambiente festivo gracias a otro riff empapado de funky que pone a toda la banda a sacudirse. Al igual que en otros temas, el cantar rimado de Tyler parece salido directamente del Bronx y a ratos su voz parece realmente desgarrarse.
Los cromatismos siguen con la introducción de “Lick and a promise”, octavo corte del disco, que en sus apenas tres minutos explota la simpleza de un hard rock directo y melódico que tocaría su techo en los ‘80.
Como paradoja, “Rocks” cierra con una balada: “Home tonight”. Breve y simple, no se aleja del canon de las composiciones de Steven Tyler al piano. Este medio tiempo alcanza su máxima intensidad gracias a la voz de Tyler y al inspirado solo de Perry.
Sin duda, un gran álbum de clásicos con lo mejor del rock de mediados de los 70, que incluso hizo que Slash, por escucharlo, terminara ignorando a una chica que había perseguido durante meses.
PD: Esta reseña fue reproducida sin citar la fuente en http://www.taringa.net/posts/musica/1316916/Aerosmith---Rocks-(analisis-y-descarga).html
PARA ESCUCHAR:
http://www.youtube.com/watch?v=lrapQktHNC4&feature=related (Sick as a dog, de verdad un temazo poco recordado. Grandes melodías)
http://www.youtube.com/watch?v=RDzg8NA1s6I&feature=related (Rats in the cellar, pura energía rockera)
http://www.youtube.com/watch?v=U7ykEyZyiVk&feature=related (Nobody's fault o Aerosmith poniendo los dos pies en lo oscuro, en el heavy metal)
http://www.youtube.com/watch?v=PgHoUiFCawM&feature=related (Back in the saddle, "I'm baaaack", de eso no queda duda)
http://www.youtube.com/watch?v=y3GG0uOX2Os&feature=related (Get the lead out, pura fiesta)
lunes, 11 de febrero de 2008
Diamond Head - Lightning to the nations (1981)
Tal vez no suene a disco “definitivo”, como podrían serlo, por ejemplo, el “Heaven and hell” de Black Sabbath, o el “British steel” de Judas Priest -ambos editados el mismo año (1981).
Sin embargo, “Lightning to the nations”, de Diamond Head, no deja de ser una buena colección de clásicos con riffs y rítmicas que combinados con otras influencias serían el cimiento para la revolución trashera que iniciaría Metallica y otras bandas de la Bay Area californiana.
Se trata del primer disco de esta banda perteneciente a la llamada New Wave of British Heavy Metal (NWOBHM), que ya venía haciendo ruido desde 1976, pero que recién cinco años más tarde logró sacar a la calle su primer LP.
Siendo precisos, al igual que la cuarta producción de Led Zeppelin o el llamado “Black Album” de Metallica, el debut de Diamond Head no tuvo título y fue conocido como “White Album”.
Lo de “Lightning to the nations” le vino por la canción que abre el disco, un clásico basado en un riff lento de introducción, que se repite en las estrofas. En una progresión bien pensada, el tema comienza a caminar y finalmente corre, con un nuevo riff que es marca registrada de Brian Tatler y sobre el cual las octavas saltarinas del bajo impregnan un sonido setentero, al que contribuye también la voz limpia de Sean Harris.
El riff galopante que quiebra las estrofas es otro segmento destacable de este tema, muy bien elegido para la apertura.
El track siguiente, “The Prince”, es simplemente un puñetazo. Un riff duro, que en esa época también pudo haber tocado Iron Maiden, matizado con teclados, irrumpe bruscamente y es acompañado por un solo endemoniado –saldando así la deuda solista que quedó pendiente en la primera canción.
Un inteligente quiebre pone en escena el riff principal, de raíz pentatónica, sobre el cual nuevamente el bajo refuerza el aire rockero de la década pasada. Mención aparte se merecen las melodías vocales, que aquí alcanzan uno de sus puntos más altos.
De los tres minutos en adelante hay 30 segundos de notable juego instrumental. De ahí al final, unas frases de guitarra muy recordables –y copiables ¿o no, The Offsprings?-, aunque con un solo mediocre.
En definitiva, otro clásico, que con justa razón fue versionado por Metallica, al igual que tres temas más de esta placa.
“Sucking my love”, tercer corte del disco, repite en general la misma fórmula de los anteriores, con pausas y cambios de riffs y un notable trabajo de terceras en las seis cuerdas. Eso sí, creo que sus más de nueve minutos no se justifican.
Si los anteriores son clásicos, para “Am I Evil?” los adjetivos se quedan cortos. Con una introducción grandilocuente e imposible de no recordar, seguida por un refinado pasaje de legato en las manos de Tatler, esta cuarta canción es el himno de Diamond Head por antonomasia.
El riff principal, el verso “my mother was a witch” y los siempre bien logrados cambios de ritmo, con un inspirado Duncan Scott en las baquetas, completan esta gran canción.
Capítulo aparte ocupan los solos de guitarra, que suenan perfectos.
Otra joya ya tempranamente rescatada por Metallica en su EP "Creeping death", de 1984.
Después de llegar a esta cima no extraña que el álbum caiga un poco con su siguiente track, “Sweet and innocent”, que parte con un riff de esos que hacía Maiden y Judas en sus primeros esfuerzos. Destacable eso sí es el coro y no pierde en gusto el guitarreo de decidido cuño maideniano que suena cerca de los dos minutos del track.
La potencia vuelve con “It’s electric”, composición que tiene un sonido de guitarra realmente pesado –obviando eso sí la deficiente producción- y que también fue rescatada por Metallica, al igual que la siguiente y última, “Helpless”.
De extensión breve, debe ser una de las canciones más gancheras del álbum. Como detalle, en la parte del solo de guitarra le hace un guiño a “Highway star” de Deep Purple.
El cierre del “Lightning to the nations” trae otra joyita para los amantes del heavy clásico: “Helpless”.
La batería de Scott inicia el tema con una dinámica explosiva que revienta definitivamente con un poderoso riff de aire sabático que, a pesar de lo repetitivo –el bajo continúa tocándolo incluso durante el puente-, nunca llega a aburrir. En las guitarras del coro, en tanto, aparecen nuevamente reminiscencias maidenianas o, al revés, Maiden toma detalles de D.H.
Las líneas vocales otra vez son precisas y cuidadas y la batería se exige al máximo.
El quiebre instrumental que inicia el bajo en 2.30 coloca la marca de fábrica de Diamond Head y da paso a otra sección con un guitarreo setentero que tras un nuevo desarrollo vuelve al riff principal. Pero la cosa no termina ahí –como sí lo hace el cover de Metallica- y la canción muta nuevamente.
Trucos a los que en los 80 muchas bandas metaleras echaron mano, reconociendo implícita o explícitamente –como Metallica y Dave Mustaine- el legado de estos ingleses, en general injustamente olvidados.
Y es que la suerte parece ser que nunca estuvo con ellos, sobre todo considerando la pobre producción de este álbum plagado de clásicos.
Por lo mismo, hay que agradecerle a Metallica el haberlos hecho algo más conocidos a través de los covers.
MÚSICOS
Sean Harris (vocals).
Brian Tatler (guitar, vocals).
Colin Kimberly (bass).
Duncan Scott (drums).
PARA ESCUCHAR:
http://www.youtube.com/watch?v=o7i-46gW9iA (Sweet and Innocent).
http://www.youtube.com/watch?v=I3Q7P8jKKFw (El clasicazo Im I Evil?).
http://www.youtube.com/watch?v=0PAjQexguVo (The Prince).
PARA VER:
http://www.youtube.com/watch?v=6X6QJdE0OEE (Lightning to the nations en vivo).
http://www.youtube.com/watch?v=fdqwR0ISPDE (Helpless en vivo, bien cabeceado).
http://www.youtube.com/watch?v=mbgv587ooNM (I'm I Evil? en vivo).
miércoles, 30 de enero de 2008
Journey - Journey (1975)
Para contextualizar un poco este asunto -con lo cual no quiero decir que sea imprescindible hacerlo, ya que al final la música de calidad habla por sí sola y no interesa mayormente lo que está fuera de ella, supongo- hay que moverse al San Francisco de 1975, justo en el Ecuador de la llamada "década del yo". El rock se ha disparado con una fuerza a la vez centrífuga y centrípeta apabullante, profundizándose su hibridación y penetrando por todos los oídos del mundo.
No obstante, ya para ese año la abusiva pomposidad de los surcos abiertos por el rock sinfónico comenzaban a pasarle la cuenta, desgastando más de la cuenta los codos de un traje de etiqueta no muy natural para un rockero. Así, bandas como Yes, Emerson Lake and Palmer o Genesis comienzan a repetirse hasta la saciedad, tanto en sus propios repertorios como en su séquito de clones, iniciando así la larga letanía al cadalso, o como dijera alguien por ahí, "al cementerio de las armonías".
Algo de esto tenía Journey también, aunque suene un poco raro para quienes los han visto siempre como emblema del Adult Oriented Rock, o dicho en buen chileno, rock con melodías pop y el volumen justo y necesario, todo bien dosificado para ser un hit radial.
Claro que su veta principal mana del jazz rock, esa mágica fusión cuyas puertas abrió Miles Davis nada menos que con John McLaughlin sacándole fraseos interminables a su guitarra.
La mención al posterior fundador de Mahavishnu Orchestra no es casual, ya que en su estilo de fuerte espiritualidad tuvo un rico intercambio con Carlos Santana -o Devadip, como se hizo llamar luego de conocer al gurú Sri Chinmoy y cortarse el pelo.
Y es que en un exceso de simplificación puede definirse a Journey del disco debut como algo similar a Santana, pero sin el eje de los ritmos latinos y con un poquito más de power rockero aportado por Neal Schon en la guitarra.
Justamente los dos fundadores de Journey, el mencionado Schon y Gregg Rolie, provenían de Santana, el segundo incluso como tecladista y voz del memorable álbum Abraxas.
Así las cosas, un disco de fusión era inevitable, el norte predecible pero a la vez fascinante hacia el que se quería apuntar desde un principio, primero bajo el nombre de The Golden Gate Rhytmn Section, denominación que a la hora de salir al mercado cambió a Journey.
Intuitivo jazz-rock se respira en las siete estaciones de esta placa, que nunca será un viaje perdido.
1. Of a Lifetime(6:50): Sencillamente una balada excepcional. Una frase de guitarra simple pero intensa que podría repetirse mil veces sin perder nunca su frescura y su color de nostalgia o despedida. La melodía vocal también está bien trabajada, aunque tal vez el registro del cantante no está a la altura de la canción. Mención aparte merece la base rítmica, sobre todo la batería, trono en el que el veterano Aynsley Dunbar muestra durante todo el disco una creatividad y un dinamismo notable. Si bien lo había escuchado con Frank Zappa, fue gracias a este disco que lo subí al podio junto a Peart, Bruford, Bonham, Paice y Powell. A los 2.30 irrumpe un riff preciso que sirve de descanso para la melodía principal y lleva el tema a un primer clímax, pasando por diversas intensidades, llegando incluso a una especie de pausa. Ese es otro punto que tal vez no se repita mucho en los discos más conocidos de Journey: el juego con distintos microclimas, dentro de una misma atmósfera general, pero con variaciones de intensidad que no provocan un quiebre brusco. Of a Lifetime, que en cada estrofa parece estar conteniendo la emoción, se desata definitivamente con el solo de guitarra de Schon, por allá por el minuto 5, y ya 30 segundos más tarde se convierte en una tormenta incontenible.Una excelente carta de presentación para la banda, aunque por la naturaleza misma de la canción hubiera sido más apropiada como corte final.
Neal Schon – Guitarra, voz
Ross Valory – Bajo, piano, voz
Aynsley Dunbar – Batería
George Tickner – Guitarra
http://www.youtube.com/watch?v=hq_2D8OKUZc&feature=related (Topaz, otro instrumental de primera, puro jazz fusión).
http://www.youtube.com/watch?v=XU-nhw-UMr0 (To play some music, una canción ideal para el verano, sencilla y optimista).
Eloy - Colours (1980)
Recién el año pasado, hurgando entre algunas páginas de rock progresivo, pude percatarme que estaba en un error y, a la par, alimentar un poco mi curiosidad consiguiendo sus discos. Gratas sorpresas y otras tantas aburridas fue lo que me dejó la audición de este quinteto, a ratos pinkfloydesco, sicodélico y aficionado a los desarrollos lentos.
Algo de esto, pero con un enfoque renovado es lo que entrega Colours, octavo álbum en estudio de Eloy.
Lo rústico y a mi juicio descuidado de su portada no se condice con la sofisticación pop de este disco, una digna entrada de la banda a una década en la que, como muchas otras agrupaciones de los 70, quizás llegó a perder el rumbo. De las antiguas pompas del rock progresivo, con sus composiciones extensas y conceptuales, ya poco va quedando. Sin embargo, a pesar de todo, Colours se aparece como una producción ideal para, a partir de él, introducirse en el resto de la discografía de Eloy, ya que sin duda abrirá el apetito por algo mayor, como a muchos les ha ocurrido con el Moving Pictures de Rush –guardando las justas proporciones, eso sí.
En tono futurista y clave de ciencia ficción, Horizons comienza imponiendo el ambiente que se repetirá en varios pasajes del disco. Con un logrado coro de voces femeninas sobre una base repetitiva que sufre algunos cambios de tono, esta primera canción, en el fondo una simple overtura de 3.20 minutos, se acerca bastante al sonido de Alan Parsons Project.
El segundo track, Illuminations, es una joya, a mi juicio lo mejor de este álbum y sus seis minutos más perdurables. Sencilla, como todas las composiciones de Colours, la canción sobresale por un inspirado groove de bajo, que por más reiterativo que suene a ratos, o quizás por eso mismo, termina hipnotizando gratamente los oídos.
Reforzando el ímpetu marchante de esa línea de bajo, la batería –en donde debuta Jim McGillivray en reemplazo de Rosenthal, imponiendo un sonido electrónico-, se engrana a la perfección con un básico e inolvidable riff de guitarra hardrockera y con la elegancia de los teclados.
Si así las cosas ya sonaban interesantes, la pausa de un pasaje arpegiado, un excitante solo de teclado espacial y un final del mejor cuño sinfónico confirman a Illuminations como un botón de genialidad.
La canción siguiente, Giant, se adormece en un aire atmosférico y pinfloydiano en donde lo más vigoroso son las percusiones. Eso, hasta que concreta su desarrollo instrumental que al final la deja en la línea fronteriza del progresivo.
En la misma sintonía del track anterior, el disco continúa con Impressions, otra composición relajada, que incluye un agradable solo de flauta. Ya a esta altura se evidencia el sello de Eloy en materia de líneas vocales, ítem donde se echa en falta mayor esmero por las melodías y ni hablar de estribillos o coros recordables.
La introducción de Child Migration, siguiente canción, promete un viraje decidido hacia lo sinfónico, sentimiento que parece romperse con la entrada del riff de guitarra, simple y afilado como el que regaló Illuminations.
Pero lo progresivo sigue latiendo dentro de un esquema en apariencia pop con melodías vocales más logradas, desatándose brevemente a partir de los cuatro minutos en un pasaje instrumental que debió haberse profundizado.
Gallery entra en escena rompiendo el relajo de los tiempos lentos precedentes con un sonido casi disco, totalmente ochentero, a ratos recordando el ritmo de rock de Styx. A pesar de las etiquetas precedentes, la canción es entretenida y hasta interesante, ya que finalmente se convierte en una rara amalgama de experimento progresivo en momentos difíciles para el género.
Matices más oscuros abren el séptimo track del disco, Silhouette, que luego de una introducción lenta inicia un medio tiempo de feeling muy rítmico, con el bajo y la batería bien al frente, acompañado por unos precisos licks guitarreros que llegan a un clímax, sin duda el mejor trabajo de las seis cuerdas junto a los riffs de Illuminations y Child Migration.Sunset, la última pieza del disco, es un instrumental de sentimiento nostálgico y relajante, con guitarra acústica y teclados. Nada de virtuosismo ni tiempos extraños para complicarse la vida, sólo la simpleza de una o dos frases melódicas, como ocurre en todo el disco, en ningún caso un pecado si se está en los ochenta.
domingo, 27 de enero de 2008
Frank Zappa - Hot Rats (1969)
Luego de un par de repeticiones la guitarra enmudece y el saxo queda al frente, con un solo monstruoso, a ratos “elefantástico”. Ya a esas alturas se da por sentado que el track es un jam session, prácticamente una base, entretenida, creativa y flexible en todo caso, sobre la cual desgranar solos y llegar así a instancias musicalmente celestiales. Por los 5.45 la canción se reduce a un sublime trío de saxo, bajo y batería, que crea un nuevo clima. Luego regresa la guitarra con un riff funk que termina siendo doblado por el bajo. Puro rock clásico, y del bueno, con toques de violín y solos de guitarra ardiente que parecen encender el tiempo y que recuerdan a ratos el sonido de Mahavishnu Orchestra. A los 13.44 es el turno de las baquetas, con un solo divertido, variado y con el bajo haciendo lo justo, lo que da la impresión de un oasis o un relax en medio de tantas notas juntas. Claro que de pronto todo se descontrola y el cuadro pinta para sicodelia pura, pánico y caos, la quintaesencia de la belleza en el arte, sobre todo si se trata de Frank Zappa.E
Ben Webster - Soulville (1957)
Crosby, Stills, Nash and Young (CSNY) - Deja Vu (1970)
Testament - The Legacy (1987)
Sin más rodeos, vamos derecho al grano. Antes de hablar de potencia y velocidad, habría que decir que "The Legacy" suena a un disco atrasado dentro de las producciones clásicas del thrash ochentero. Basta echar un vistazo a lo que estaba haciendo el resto de las bandas entre el 86 y el 87 para coincidir en que el disco debut de Testament suena demasiado crudo y directo, como habían sonado justamente los debuts de bandas como Metallica, Anthrax, Slayer y Megadeth. Claro que eso fue dos, tres o hasta cuatro años antes de la aparición de "The Legacy" y ya por esos tiempos los cuatro nombres pioneros del estilo habían escupido al mundo un "Master Of puppets", un "Among the living", un "Reign in blood" o un "Peace sells".
Sin embargo, a pesar de ese "pequeño" detalle, el primer álbum de estos californianos debería sin duda, a mi juicio, ocupar un espacio importante entre los clásicos del género.
"Over the wall" abre el disco con una intro de riffs que en no más de 33 segundos muestran cómo se echa andar un tema que veinte años más tarde seguirá sonando demoledor, pasando por tres velocidades hasta llegar al riff principal de las estrofas. Aquí la voz de Chuck Billy simplemente desgarra, estableciendo el parámetro que regirá el resto del disco. Luego de precisos cambios de riffs sobre una sólida base rítmica, poco antes de los dos minutos del track, llega una pausa que se agradece y en la cual se desgrana un pequeño solo de guitarra, de aire oriental. La velocidad retorna con un solo en que los dedos de Alex Skolnick combinan con maestría la fiereza metalera y el buen tino melódico, con un sweep picking brillante.
"The Haunting" parte replicando la receta de "Over the wall", hilando una interesante madeja de riffs en donde las armonías entre las dos guitarras colocan un color diferente. La voz sigue potente y los coros golpean. Al igual que en el corte anterior, el solo de guitarra no deja nota por tocar, siempre con un buen enfoque melódico. Como curiosidad, parece ser el único tema donde el bajo de Greg Christian se hace notar un poco más.
La tercera composición, "Burnt Offerings", se inicia con una introducción suave y armoniosa que da paso a un puñado de riffs duros e intrincados que van abriendo camino para lo que puede denominarse un tema paradigmático de thrash melódico, con la garganta de Chuck Billy que no decepciona.
"Raging waters" mantiene el nivel del disco, ahora en una onda más típicamente thrash metal, con el estilo casi recitativo de Billy en su máxima expresión y un coro llamativo. Buen desarrollo de riffs para cabecearlos hasta el final.
Más en el estilo de Slayer del "Show no mercy", "C.O.T.L.O.D." sigue la ruta thrashera y más directa, con un coro infernal que machaca sin piedad en los oídos una casi gutural "¡Curse of the legions of death!". Es el tema más breve del disco y uno de los más intensos.
En "First strike is deadly" la voz de Chuck Billy llega a su peak de agresividad y Skolnick se despacha uno de sus mejores solos, con esa llamativa combinación Malmsteen-Hammett que le hizo tener ya a los 17 años un estilo que es marca registrada.
Otro golpe llega con "Do or die". Las guitarras entran como una ráfaga, con un preciso acompañamiento de la batería y sus platillos. Los riffs magistrales se repiten con fiereza, con cambios de tiempo y una destacable melodía vocal.
"Alone in the dark", octavo corte de "The Legacy", regala un pasaje instrumental lento, con un solo lleno de neoclasicismo que da paso a riffs contundentes y rápidos sobre los cuales la voz de Billy va dibujando distintos climas y melodías. En la sección del coro, la línea vocal es doblada en octavas por la guitarra, lo que genera una atmósfera especial. El intermedio instrumental está lleno de ideas rescatables, aunque el solo pudo haber sido más intenso.
La última canción del disco, "Apocalyptic city", también abre con un solo lento, pero la velocidad no tarda en entrar en escena , con un buen trabajo de riffs y armonías. El solo vuelve a recordar a Malmsteen y la sucesión de melodías hacen que la canción termine arriba.
Buen final para un disco crudo, directo, pero también con su toque de melodía, sobre todo de la mano de Alex Skolnick.
MÚSICOS:
Chuck Billy: vocals
Eric Peterson: guitar
Alex Skolnick: guitar
Greg Christian: bass
Louie Clemente: drums
PARA VER:
http://www.youtube.com/watch?v=ftwBrUEVlcI (Over the Wall, videoclip de una canción con un solo perfecto y unas letras furiosas).
http://www.youtube.com/watch?v=0hQRGVzKKBY (Alone in the Dark -en vivo- o cuando el trash metal conoció las melodías).
PARA ESCUCHAR:
http://www.youtube.com/watch?v=borS9TymZVM (C.O.T.L.D., un golpe seco y frontal).
http://www.youtube.com/watch?v=MOqZFlS6mcs (Raging Waters, una tema pesado pero con un coro pegote).
Toto – Toto 1978
http://www.youtube.com/watch?v=uV4yjWP2FGM (Georgy Porgy, un relajado groove funk con toques jazzeros)
http://www.youtube.com/watch?v=PbUaatTgAJo (Girl Goodbye, la canción más potente del disco debut de Toto, junto a Hold the Line).
Scorpions - In Trance (1976)
Billy Cobham - A funky thide of sings (1975)
Tal vez su sonido directo y sus estructuras sencillas, junto a la monotonía de una atmósfera casi invariablemente festiva, conspiren para que algunos puristas de la fusión y expertos en Cobham frunzan el ceño con los compases de este álbum.
Pero en el caso de alguien que viene del rock, esos mismos "pecados" se convierten en atractivas revelaciones que conforman un disco entretenido, de fácil digestión y a ratos adictivo.
Cobham, el mismo que junto a otra hornada de músicos abrió en los sesenta la senda del mestizaje entre el jazz y el rock -a golpes de tambor, en su caso-, quizás intentó con este disco alejarse un poco de la rigurosidad de una carrera de inquietud exploratoria y divertirse simplemente con unos grooves juguetones, pero que no dejan de lado la calidad musical. Esto se aprecia en temas como Panhandler -que abre el disco-, Sorcery y Funky Thide of Sings, en donde los vientos, la base rítmica y la guitarra de John Scofield -interesante sorpresa, que luego de esta grabación nunca más abandonó las grandes ligas de la fusión- funcionan a la perfección.
Mención aparte merece Funky Kind of Thing, un ingenioso solo de batería de más de nueve minutos en donde prima más la creatividad de Cobham que el afán exhibicionista, con variados cambios de intensidad y efectos de eco.
En cuanto al trabajo guitarrístico de Scofield, su aporte rítmico es innegable, aunque no tiene mucho espacio para lucirse soleando. En Thinking of you, ofrece, a mi juicio, el solo más certero y destacable.
El ocaso del disco lo trae Moody Modes, pieza totalmente diferente al resto de las composiciones de A Funky Thide of Sings, marcada por un toque intimista, reposado y a ratos melancólico, cercano al jazz más convencional.
A partir de los dos minutos y medio las teclas suaves se apoderan del surco, a lo que se suma el saxo y los vientos en general, pasando por una seguidilla de melodías en donde toda la banda tiene la oportunidad de ponerse en primer plano.
En resumen, un álbum sólido, en donde Cobham -con todo su reconocida mochila de influencias latinoamericanas y de bopers como Max Roach, Art Blakey, Roy Haynes y Elvin Jones-, demuestra que el suyo es uno de los nombres claves de la fusión y el jazz-funk primigenio, ese del batero del Miles Davis más sicodélico y de la espiritual y fiera Mahavishnu Orchestra.
MÚSICOS