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martes, 14 de junio de 2011

Borges en el laberinto


Compuesto por dos conjuntos de historias, “Ficciones” (Debolsillo, 2011) fue el libro que, por allá por 1944, comenzó a cimentar la reputación de Jorge Luis Borges como un hábil y erudito fabulador.
Seis décadas más tarde, es difícil encontrar en estas 220 páginas algún relato al que no le calcen bien los laureles de ser un clásico indiscutido de la narrativa latinoamericana, paradójicamente escrito por el menos latinoamericano de los escritores del continente. Esto, dado que Borges cruza decididamente los límites de lo continental y aspira a apoderarse de todos los mitos, tradiciones y, en fin, de toda la cultura universal, para modelar sus propios personajes, tramas y paradojas.
Fantásticos y misteriosos, lógicos o irónicos, a ratos nada más que notas sobre libros que en realidad nunca existieron, los cuentos de “Ficciones” exigen un lector cómplice, pero no complaciente.
Porque no es difícil perderse entre tanto recoveco, recordando que, por ejemplo, de las nueve narraciones de la primera parte (“El jardín de senderos que se bifurcan”) en siete de ellas se alude directamente al laberinto.
“Funes el memorioso”, “La biblioteca de Babel”, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” o “La secta del Fénix” son sólo algunas muestras de su intrincada y desafiante perfección, además de “El Sur”, en palabras de Borges, “acaso mi mejor cuento”.

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