Un blog para gente de oídos inquietos y cierta peligrosa inclinación a la melomanía.

miércoles, 30 de enero de 2008

Journey - Journey (1975)

Más allá de lo injusto que a veces he sido en mi vida, hablando peyorativamente del AOR (Adult Oriented Rock), sería un pecado de omisión dejar de destacar el primer disco de Journey, que fue precisamente también el primero de ellos que escuché completo, sin saltarme ninguno de sus tracks.
Antes, por allá por 2003, ubicaba sólo algunos temas sueltos de esta banda, los típicos que suenan en la radio o en compilaciones, tales como Lights, Open Arms y Lovin', touchin, squeezin' -versión Dream Theater-. Pero la primera placa, titulada simplemente Journey, a la larga ha llegado a convertirse para mí en una de esas joyitas de cabecera.
Para contextualizar un poco este asunto -con lo cual no quiero decir que sea imprescindible hacerlo, ya que al final la música de calidad habla por sí sola y no interesa mayormente lo que está fuera de ella, supongo- hay que moverse al San Francisco de 1975, justo en el Ecuador de la llamada "década del yo". El rock se ha disparado con una fuerza a la vez centrífuga y centrípeta apabullante, profundizándose su hibridación y penetrando por todos los oídos del mundo.
No obstante, ya para ese año la abusiva pomposidad de los surcos abiertos por el rock sinfónico comenzaban a pasarle la cuenta, desgastando más de la cuenta los codos de un traje de etiqueta no muy natural para un rockero. Así, bandas como Yes, Emerson Lake and Palmer o Genesis comienzan a repetirse hasta la saciedad, tanto en sus propios repertorios como en su séquito de clones, iniciando así la larga letanía al cadalso, o como dijera alguien por ahí, "al cementerio de las armonías".
Algo de esto tenía Journey también, aunque suene un poco raro para quienes los han visto siempre como emblema del Adult Oriented Rock, o dicho en buen chileno, rock con melodías pop y el volumen justo y necesario, todo bien dosificado para ser un hit radial.
Claro que su veta principal mana del jazz rock, esa mágica fusión cuyas puertas abrió Miles Davis nada menos que con John McLaughlin sacándole fraseos interminables a su guitarra.
La mención al posterior fundador de Mahavishnu Orchestra no es casual, ya que en su estilo de fuerte espiritualidad tuvo un rico intercambio con Carlos Santana -o Devadip, como se hizo llamar luego de conocer al gurú Sri Chinmoy y cortarse el pelo.
Y es que en un exceso de simplificación puede definirse a Journey del disco debut como algo similar a Santana, pero sin el eje de los ritmos latinos y con un poquito más de power rockero aportado por Neal Schon en la guitarra.
Justamente los dos fundadores de Journey, el mencionado Schon y Gregg Rolie, provenían de Santana, el segundo incluso como tecladista y voz del memorable álbum Abraxas.
Así las cosas, un disco de fusión era inevitable, el norte predecible pero a la vez fascinante hacia el que se quería apuntar desde un principio, primero bajo el nombre de The Golden Gate Rhytmn Section, denominación que a la hora de salir al mercado cambió a Journey.
Intuitivo jazz-rock se respira en las siete estaciones de esta placa, que nunca será un viaje perdido.
1. Of a Lifetime(6:50): Sencillamente una balada excepcional. Una frase de guitarra simple pero intensa que podría repetirse mil veces sin perder nunca su frescura y su color de nostalgia o despedida. La melodía vocal también está bien trabajada, aunque tal vez el registro del cantante no está a la altura de la canción. Mención aparte merece la base rítmica, sobre todo la batería, trono en el que el veterano Aynsley Dunbar muestra durante todo el disco una creatividad y un dinamismo notable. Si bien lo había escuchado con Frank Zappa, fue gracias a este disco que lo subí al podio junto a Peart, Bruford, Bonham, Paice y Powell. A los 2.30 irrumpe un riff preciso que sirve de descanso para la melodía principal y lleva el tema a un primer clímax, pasando por diversas intensidades, llegando incluso a una especie de pausa. Ese es otro punto que tal vez no se repita mucho en los discos más conocidos de Journey: el juego con distintos microclimas, dentro de una misma atmósfera general, pero con variaciones de intensidad que no provocan un quiebre brusco. Of a Lifetime, que en cada estrofa parece estar conteniendo la emoción, se desata definitivamente con el solo de guitarra de Schon, por allá por el minuto 5, y ya 30 segundos más tarde se convierte en una tormenta incontenible.Una excelente carta de presentación para la banda, aunque por la naturaleza misma de la canción hubiera sido más apropiada como corte final.

2. In the Morning Day (4:22): Una canción algo bucólica con buenos arreglos de Hammond y un estribillo llamativo. Eso, hasta el quiebre temprano que recuerda bastante a Rush de los primeros discos y le da un empujón al tema acompañado de solos de órgano algo purplerianos a los que pronto releva la guitarra. Of a Lifetime dejó la vara demasiado alta y este segundo track pasa como un mero relleno, no malo, pero prescindible.

3. Kohoutek (6:43): El piano del inicio me recuerda a Pink Floyd del Dark Side of the Moon, específicamente a Us and Them. El ingreso de la guitarra, el teclado y las percusiones le echan un brochazo de Mahavishnu Orchestra que finalmente termina por ocupar todo el cuadro, con un fuerte tono de space jazz, si es que existe algo llamado así. El término se me viene a la cabeza al recordar el origen de este tema, el primer instrumental de la banda: se trata del cometa descubierto y reportado en 1973 por el astrónomo checo Lobus Kohoutek. Pasados los dos minutos de canción, el jam se vuelve indomable, si es que se le puede llamar jam a cualquier tema en el que aparezca Schon, quien podía tocar en veinte tomas distintas un mismo solo, calcado nota por nota. Creo que este fue uno de los motivos por los que Aynsley -al fin y al cabo un jazzero amigo de la improvisación- no se sentía muy cómodo en Journey y finalmente el giro más comercial del grupo terminó por alejarlo. Kohoutec, más que recordar el paso de un cometa, hace seguir el derrotero de una tormenta. Excelente corte con solos de guitarra avasalladores sobre una base rítmica de otro planeta.

4. To Play Some Music (5:16): Sencillos tres acordes que delinean una canción radial con estribillo pegajoso. No hay que menospreciar eso sí el desarrollo instrumental del tema, con buenos solos.

5. Topaz (6:11): Un corte de puro jazz fusión, con una intro que va urdiendo una atmósfera que es derretida por la entrada de la batería y el bajo en actitud galopante, irrupción que es matizada por el trabajo de wah wah de Schon, seguido por un delicado descenso de la intensidad, en donde la batería jazzy de Aynsley hace su juego. De los 3.40 hacia adelante podría tratarse fácilmente de un tema de Santana, que vuelve sutilmente a la atmósfera calma de la intro que me trae siempre a la memoria el Goodbye Pork Pie Hat de Jeff Beck en el Wired (claro que debería ser al revés, porque el disco de Beck es de 1976, sin embargo, para mis oídos existió primero el Wired que el Journey). Uno podría pensar que el tema queda ahí, pero aparecen unos toques de blues menor aeólico que rematan en un broche de melancolía.

6. In My Lonely Feeling/Conversations (4:55): Esta es la continuación perfecta para el tono de aeolian blues -onda Since I Been Loving You de Led Zeppelin-, que anunció ya Topaz. Sin embargo, nuevamente el carácter de fusión se impone en solos memorables y un trabajo de batería -era que no- excepcional, al igual que las líneas de bajo de Ross Valory.

7. Mystery Mountain (4:23): Una gran canción también, con una llamativa "aserruchada" de guitarra rítmica. La melodía vocal tiene algo de épico lo que es reforzado por los variados adornos de la batería, sobre todo con la caja que representa a ratos aires marciales. Una base simple que permite el último lucimiento instrumental dentro del disco que se cierra con un telón de oro. Habrá que escuchar los siguientes álbumes con Aynsley -que me ha dejado gratamente impresionado.
MÚSICOS:
Gregg Rolie – Teclados, voz
Neal Schon – Guitarra, voz
Ross Valory – Bajo, piano, voz
Aynsley Dunbar – Batería
George Tickner – Guitarra
PARA ESCUCHAR:
http://www.youtube.com/watch?v=P-QsjBmqL2E&feature=related (Kohoutek, un primer instrumental que es fuego puro, sobre todo por la guitarra de Neil Schon. Puro virtuosismo mahavishnico).


http://www.youtube.com/watch?v=hq_2D8OKUZc&feature=related (Topaz, otro instrumental de primera, puro jazz fusión).

http://www.youtube.com/watch?v=XU-nhw-UMr0 (To play some music, una canción ideal para el verano, sencilla y optimista).

PARA VER:
http://www.youtube.com/watch?v=oHQL2yVPDaw (In a lifetime, una balada redonda que abre el disco debut de Journey. Cada segundo de música tiene su razón de estar ahí. En esta versión en vivo ya aparece Steve Perry. El único pero de esta interpretación es que a ratos como que se apuran un poco).

Eloy - Colours (1980)

Con los alemanes de Eloy debo reconocer mi ignorancia, ya que pasé varios años confundiéndolos con Electric Light Orchestra (Elo), banda con la que no obstante quizás compartieron algunas similitudes.
Recién el año pasado, hurgando entre algunas páginas de rock progresivo, pude percatarme que estaba en un error y, a la par, alimentar un poco mi curiosidad consiguiendo sus discos. Gratas sorpresas y otras tantas aburridas fue lo que me dejó la audición de este quinteto, a ratos pinkfloydesco, sicodélico y aficionado a los desarrollos lentos.
Algo de esto, pero con un enfoque renovado es lo que entrega Colours, octavo álbum en estudio de Eloy.
Lo rústico y a mi juicio descuidado de su portada no se condice con la sofisticación pop de este disco, una digna entrada de la banda a una década en la que, como muchas otras agrupaciones de los 70, quizás llegó a perder el rumbo. De las antiguas pompas del rock progresivo, con sus composiciones extensas y conceptuales, ya poco va quedando. Sin embargo, a pesar de todo, Colours se aparece como una producción ideal para, a partir de él, introducirse en el resto de la discografía de Eloy, ya que sin duda abrirá el apetito por algo mayor, como a muchos les ha ocurrido con el Moving Pictures de Rush –guardando las justas proporciones, eso sí.
En tono futurista y clave de ciencia ficción, Horizons comienza imponiendo el ambiente que se repetirá en varios pasajes del disco. Con un logrado coro de voces femeninas sobre una base repetitiva que sufre algunos cambios de tono, esta primera canción, en el fondo una simple overtura de 3.20 minutos, se acerca bastante al sonido de Alan Parsons Project.
El segundo track, Illuminations, es una joya, a mi juicio lo mejor de este álbum y sus seis minutos más perdurables. Sencilla, como todas las composiciones de Colours, la canción sobresale por un inspirado groove de bajo, que por más reiterativo que suene a ratos, o quizás por eso mismo, termina hipnotizando gratamente los oídos.
Reforzando el ímpetu marchante de esa línea de bajo, la batería –en donde debuta Jim McGillivray en reemplazo de Rosenthal, imponiendo un sonido electrónico-, se engrana a la perfección con un básico e inolvidable riff de guitarra hardrockera y con la elegancia de los teclados.
Si así las cosas ya sonaban interesantes, la pausa de un pasaje arpegiado, un excitante solo de teclado espacial y un final del mejor cuño sinfónico confirman a Illuminations como un botón de genialidad.
La canción siguiente, Giant, se adormece en un aire atmosférico y pinfloydiano en donde lo más vigoroso son las percusiones. Eso, hasta que concreta su desarrollo instrumental que al final la deja en la línea fronteriza del progresivo.
En la misma sintonía del track anterior, el disco continúa con Impressions, otra composición relajada, que incluye un agradable solo de flauta. Ya a esta altura se evidencia el sello de Eloy en materia de líneas vocales, ítem donde se echa en falta mayor esmero por las melodías y ni hablar de estribillos o coros recordables.
La introducción de Child Migration, siguiente canción, promete un viraje decidido hacia lo sinfónico, sentimiento que parece romperse con la entrada del riff de guitarra, simple y afilado como el que regaló Illuminations.
Pero lo progresivo sigue latiendo dentro de un esquema en apariencia pop con melodías vocales más logradas, desatándose brevemente a partir de los cuatro minutos en un pasaje instrumental que debió haberse profundizado.
Gallery entra en escena rompiendo el relajo de los tiempos lentos precedentes con un sonido casi disco, totalmente ochentero, a ratos recordando el ritmo de rock de Styx. A pesar de las etiquetas precedentes, la canción es entretenida y hasta interesante, ya que finalmente se convierte en una rara amalgama de experimento progresivo en momentos difíciles para el género.
Matices más oscuros abren el séptimo track del disco, Silhouette, que luego de una introducción lenta inicia un medio tiempo de feeling muy rítmico, con el bajo y la batería bien al frente, acompañado por unos precisos licks guitarreros que llegan a un clímax, sin duda el mejor trabajo de las seis cuerdas junto a los riffs de Illuminations y Child Migration.Sunset, la última pieza del disco, es un instrumental de sentimiento nostálgico y relajante, con guitarra acústica y teclados. Nada de virtuosismo ni tiempos extraños para complicarse la vida, sólo la simpleza de una o dos frases melódicas, como ocurre en todo el disco, en ningún caso un pecado si se está en los ochenta.
MÚSICOS:
- Hannes Arkona / guitars.
- Frank Bornemann / vocals, guitars.
- Hannes Folberth / keyboards.
- Klaus-Peter Matziol / bass, vocals.
- Jim McGillivray / drums, percussion.
- Edna & Sabine (voces invitadas en Horizons).
PARA ESCUCHAR:
http://www.youtube.com/watch?v=N6g21awYcUQ (Illuminations, un gran groove de bajo, precisas percursiones y un riff de guitarra económico en cuanto a notas, pero derrochador en estilo y contundencia).

domingo, 27 de enero de 2008

Frank Zappa - Hot Rats (1969)




Si echamos en una juguera un poco de jazz, algo de rock, otra pizca de blues y un cuarto de funk y también una generosa dosis de sicodelia, si es que no estamos en un día particularmente de suerte, lo más probable es que resulte una magnánima porquería. Pero si a la fórmula le agregamos el genio compositivo de Frank Zappa, el brebaje logrado será sobrenatural: Hot Rats.

Grabado en 1969, es el primer esfuerzo solista de Frank sin los Mothers of Invention y para muchos también es el primer disco de jazz fusión de la historia. Mirado en perspectiva, aparece muy adelantado a su tiempo, como gran parte del trabajo de Zappa. No obstante, es una de sus producciones con más llegada al gran público –junto con otras placas que se me vienen a la mente, como Apostrophe y Overnite Sensation-, a pesar de que se trata de un disco casi completamente instrumental, que exige una notable apertura mental del oyente, sobre todo en los primeros acercamientos.

Pero la belleza y la inspiración que expele cada compás, con delicadas líneas de piano con aroma jazz, guitarras escurridizas, percusiones y ritmos hipnóticos y un sello distintivo en los instrumentos de metal lo hace brillar con naturalidad. Sumado a esto, el aporte del violín de Sugar Cane Harris, principalmente en Willie The Pimp, es memorable. Creo que junto a las otras dos placas mencionadas –y otras que evidentemente se me escapan, ya que estoy lejos de ser un experto o ni siquiera un mediano conocedor de su obra completa, ya que no he escuchado más de una decena de discos completos de él- Hot Rats debería incluirse en algún manual de cómo escuchar Frank Zappa y no morir en el intento.

La primera canción, Peaches En Regalia, es un tema amigable, en apariencia simple, pero que va rellenando cada espacio con sonidos diversos, tocados siempre en las notas precisas. Una fresca y pegajosa melodía de guitarra, adornada con arpegios de piano, da paso a otra con cierto aire funk, después de la cual surgen los metales: un clarinete, un saxofón y un oboe que escupen ideas simples, cercanas al jazz. Un nuevo riff de guitarra de sonido funk precede un brevísimo solo de Zappa. El fin del punteo marca la entrada del teclado, que es seguido de nuevo por otra línea musical de los metales. Pasados los 2.30 minutos los instrumentos retoman la segunda melodía y principal del tema, jugando con ella en diversas combinaciones hasta el fin del track.

La segunda composición es, en general, mucho más sencilla que Peaches En Regalia, recayendo el mayor peso instrumental sobre la guitarra de Zappa y el violín. Todo esto, claro está, encima de una base rítmica sabrosa. Willie The Pimp parte con una línea de violín relajada y excitante a la vez, que parece caminar de la mano de los tambores y platillos. El aire funky del conjunto se refuerza con la entrada del bajo y la guitarra, que repiten en lo esencial el patrón del violín, y también con la voz severa y rasposa de Captain Beefheart, que escupe ideas similares. A los 55 segundos de canción la melodía principal se pierde y comienzan a fraguarse una serie de ideas musicales que finalmente decantan en un gran solo de guitarra, realmente memorable y que se extiende por más de siete minutos, con algunas intercalaciones de canto. Sin entrar en excesivos detalles, el solo es salvaje e inteligente a la vez y mantiene el aire funk del track, con aderezos de licks blueseros y sicodélicos. La base rítmica, en apariencia simple, también se deja ir a las esferas extraterrestres de la guitarra de Zappa, sobre todo a partir de los 6.30 minutos. Después de un clímax, la línea principal retorna con más fuerza hasta el final, cerrando un tema demoledor.

Un redoble de batería da la bienvenida a una gran melodía de clarinete y saxofón, que trae a la mente el sonido del primer corte del disco. Se trata de Son Of Mr. Green Genes, versión instrumental de Mr. Green Genes, que Zappa grabó en el álbum Uncle Meat. La irrupción de los teclados sirve de antesala a un dinámico cambio de ritmo, que acompaña al primer solo de guitarra, que irradia, junto a la base rítmica, puro rock de los setenta. Claro que los acordes de piano en segundo plano le dan un aire único. Luego de este breve lucimiento aparece una trompeta cuyo sonido se irá intercalando a lo largo del track, al igual que los solos de guitarra y una serie de interesantes ideas musicales, que hacen entretenido cada uno de los nueve minutos del tema, siempre acompañado en forma discreta por algún acorde de piano. Mención destacada exige la batería, que realmente marca presencia junto al bajo, y dispara trazos de percusión hardrockera, sobre todo a partir de los 3.30 minutos y desde los 6 minutos en adelante, que dan la idea de que uno podría estar fácilmente escuchando un jam de unos inspiradísimos Black Sabbath. Después de toda la tormenta de lucimiento instrumental, emerge nuevamente la melodía principal, ahora con el sabor especial que le dan los teclados.

Little Umbrellas entra en escena con un feeling jazzero, principalmente por el sonido del piano, que simplemente repite una secuencia de acordes, y del contrabajo. Sobre ellos la trompeta colorea una melodía que me suena un poco a marcha fúnebre, aunque en general la pieza tiene más que ver con algo oculto, misterioso, que con la muerte -si es que no es la misma cosa. Pasado el minuto los teclados y los efectos electrónicos se toman la composición, que se sigue moviendo con seguridad y retoma su melodía principal, ahora reforzada por efectos. Se trata del tema más breve del disco, que predece al más extenso: The Gumbo Variations.

A esta altura, a pesar del placer que produce escuchar una y otra vez este álbum, siento que la sostenida escucha analítica del mismo puede estar minando un poco mi objetividad –si es que un comentario de este tipo puede ser algo objetivo-. Por lo mismo, trataré de ser más conciso en las apreciaciones, sobre todo en este tema, que me podría tener toda una tarde disectándolo. The Gumbo Variations parte con una línea de bajo funky que engancha, la cual es aderezada por unas insistentes maracas y un teclado sutil. Rápidamente la guitarra y el saxo toman el control creando una atmósfera netamente Zappa.
Luego de un par de repeticiones la guitarra enmudece y el saxo queda al frente, con un solo monstruoso, a ratos “elefantástico”. Ya a esas alturas se da por sentado que el track es un jam session, prácticamente una base, entretenida, creativa y flexible en todo caso, sobre la cual desgranar solos y llegar así a instancias musicalmente celestiales. Por los 5.45 la canción se reduce a un sublime trío de saxo, bajo y batería, que crea un nuevo clima. Luego regresa la guitarra con un riff funk que termina siendo doblado por el bajo. Puro rock clásico, y del bueno, con toques de violín y solos de guitarra ardiente que parecen encender el tiempo y que recuerdan a ratos el sonido de Mahavishnu Orchestra. A los 13.44 es el turno de las baquetas, con un solo divertido, variado y con el bajo haciendo lo justo, lo que da la impresión de un oasis o un relax en medio de tantas notas juntas. Claro que de pronto todo se descontrola y el cuadro pinta para sicodelia pura, pánico y caos, la quintaesencia de la belleza en el arte, sobre todo si se trata de Frank Zappa.E

l último tema, It Must Be A Camel es guiado principalmente por el saxo, con grandes acordes de piano que crean atmósferas experimentales y extrañas, gracias también a efectos místico-electrónicos, en donde se asoma también el violín maestro del virtuoso Jean-Luc Ponty.Tal vez el track más extraño y experimental con breves solos de guitarra intercalados con frases de xilófono y flauta. Digno final para un disco que entretiene, inquieta y relaja, todo por partes iguales.


MÚSICOS


Frank Zappa (guitar, bass, percussion)

Captain Beefheart (vocals)

Jean-Luc Ponty, Sugar Cane Harris (violin)

Ian Underwood (clarinet, saxophone, piano, organ)

Max Bennett, Shuggie Otis (bass)

John Guerin, Paul Humphrey, Ron Selico (drums).
PD: Esta reseña fue incluida en el blog en habla hispana más importante sobre Frank Zappa http://planetazappa.blogspot.com/2007/02/hot-rats.html


PARA ESCUCHAR (Y ALUCINAR):


http://www.youtube.com/watch?v=BnZrbFL9ImM (Peaches in regalia, una composición completa, algo seria a ratos, pero una obra maestra).


http://www.youtube.com/watch?v=NnQYC-jflQY (The Gumbo Variations -parte 1-, una locura que suena excelente).


http://www.youtube.com/watch?v=7gT0VeRAGbE (Willie the pimp, suena a blues con aguardiente funky al desayuno).


Ben Webster - Soulville (1957)



Bastan sólo unos segundos para darse cuenta de que lo que emerge por los parlantes es una cosa de otro mundo, de una dimensión suave, delicada y de un sentimentalismo, si bien algo controlado, también paradójicamente espontáneo y sin artificios.
Las reposadas seis cuerdas de Herb Ellis dan la partida a Soulville, primer corte del disco del mismo nombre, grabado el 15 de octubre de 1957 en California. En los créditos, un personal de lujo: nada menos que el cuarteto del pianista Oscar Peterson, que además de Ellis en la guitarra, incluye al bajista Ray Brown y al batero Stan Levey, quienes van armando la tela perfecta para que el maestro Ben Webster pinte una obra de arte con cada nota de su saxo, pinceladas precisas, sin alarde de virtuosismo -que tal vez en un disco como éste podría parecer derroche-, sello que seguirá haciendo inconfundible a este músico a través de las décadas.
La más extensa de las dos composiciones de Webster para esta producción, Soulville me trae a la cabeza el concepto “música para solitarios”, tres palabras que calzan perfecto para definir la atmósfera bluesera del track, con un resignado aire de añoranza, esperanzada y tan sin sentido al mismo tiempo. Una base exquisita y suave, marcada por los precisos adornos de Peterson en las teclas ordena las piezas de forma tal que las frases llenas de blues que Webster va derramando por goteo parezcan no haber podido sonar de otra forma, como aquellas que arma en 1.37 y que se van sucediendo sin atropellarse, cada una a su segundo preciso, como la sentida melodía de 2.25, que abre un gran pasaje en que Webster se escapa un poco del patrón netamente bluesero y que termina luego de unos exquisitos cromatismos, a partir de 2.59. En 3.13 un pequeño quiebre trae un descanso a la base y crea una luminosa tensión que de la mano del piano termina de resolverse. Así, a los cuatro minutos el saxo exhala su último respiro y es el turno de Peterson, cuyos dedos siguen blueseando delicadas notas sobre el blanco y negro de su instrumento, ahora en primer plano. En 5.37 el piano y la guitarra se quedan marcando el ritmo con suaves acordes, en otra pausa que Brown aprovecha para un sencillo solo. Casi un minuto más tarde Webster regresa con algo más de fuego, pero sin perder la sutileza para no romper el clima sublime que llena cada compás hasta el final.
Con otros colores, Late Date, el segundo tema del disco, también compuesto por Webster, sigue disparando blues, pero ahora con un swing más enérgico y vivo. Ellis nuevamente es el encargado de abrir el fuego de este up-tempo con unos double stops que generan una exquisita reverberación. La entrada del saxo es triunfal, con líneas joviales y cálidas, siguiendo un patrón melódico sin mayores quiebres, que Webster va modificando sutilmente hasta que se lanza a solear con entera libertad a partir de 1.12 y hasta 2.25. Después el piano se vuelve amo y señor del track y repite el sólido trabajo del primer corte con dulces y algo más repetitivos licks de blues. Por debajo poco a poco la guitarra se vuelve más notoria con juguetones acordes, que finalmente decantan en un gran solo en donde Ellis asume una actitud abiertamente blues. Webster hace su última arremetida, logrando que su saxo cante en forma desgarrada y, obviamente, como un negro que predica el blues. Luego retoma las líneas que lanzó al comienzo del tema, con algunas variaciones y un tono de mayor delicadeza, marcando la despedida de este segundo gran tema.
Time on my hands retoma el sabor intimista de Soulville, pero ahora con el saxo de Webster como piedra esencial desde el principio. Frases reflexivas, complementadas por el piano, son la base de esta balada, que comienza a caminar lentamente pasado el minuto y medio del track. Los cuatro minutos se hacen pocos y la canción termina casi en un susurro. Como es típico en Webster, ni una sola nota de más, lo que sin duda es la clave para los grandes baladistas.
El cuarto corte del disco es un clásico más familiar para mis oídos, no muy duchos en materia jazzística: Lover come back to me, un standar sabroso y absolutamente tarareable, que recibe del cuarteto de Peterson todo el brillo rítmico que necesita para ser otro de los temas memorables del álbum. Webster dispara pura sensualidad en este tema, el más extenso del disco, que también suma una despierta performance de Peterson a partir de los 4.19. El retorno del saxo es más fiero y se complementa con simples pero efectivos redobles de Levey, que hasta ahora parece un batero bastante quitado de bulla. El complemento rítmico y armónico de Ellis es realmente notable, aunque en algunos pasajes se requiere aguzar un poco el oído para captarlo en toda su expresión.
En Where are you, quinta pieza de Soulville, abre el fuego Peterson con una típica introducción en onda de balada. Y lo que viene después es un Webster inspirado y taciturno, siguiendo la huella de Time on my hands y repitiendo las claves de su estilo: notas largas, reposadas y vibrantes. “I like the pretty things”, dice Webster en el librillo del CD, como si sus palabras, una vez escuchado el disco, parecieran estar definitivamente de más.
El siguiente corte, Makin’ Whoopee, vuelve a la elegante sensualidad de Lover come back to me, ahora con una mayor presencia del bajo de Ray Brown y una batería algo más suelta.Cuatro minutos y medio que se hacen segundos.
La breve balada I’ll Wind es la encargada de cerrar el álbum, con una sobriedad romántica que respeta cada una de las claves del inigualable estilo de este inolvidable saxo tenor.
La reedición de Soulville hecha por el sello Verve en 1989 trae tres bonus tracks: Who, Boggie-woogie y Roses of Picardy, surcos en los que Webster pasa al piano y logra una formidable comunión con Levey, que se oye más creativo y despierto que en los temas del disco. Claro que en este trío de piezas extras lo que prima es la diversión del boggie woogie, lo que no impide catalogar de fascinante la facilidad del tenorista tras el teclado.
MÚSICOS
Herb Ellis - Guitar
Oscar Peterson - Piano
Ben Webster - Piano, Sax (Tenor)
Stan Levy - Drums
PARA ESCUCHAR
Soulville (de verdad es música de otro mundo...no se escucha, se siente).
^*^

Crosby, Stills, Nash and Young (CSNY) - Deja Vu (1970)



Quizás me faltó escribir una “declaración de principios” extensa y clara al iniciar este blog, pero creo que no es tarde para explicitar algunas cosas: que los discos aquí comentados son aquellos que me gustan y que estimo merecen ser escuchados por cualquier amante de la música, sea lo que sea que signifique esa manida expresión (“amante de la música”).

Por lo mismo, mi predisposición analítica frente a ellos es positiva, exultante e incluso reivindicativa. En definitiva, se trata de álbumes que, a mi juicio, de verdad valen la pena ser escuchados, aunque sea una vez en la vida.

Dicho esto, con mi “conciencia tranquila”, por decirlo de algún modo, procedo a hablar de Deja Vu, disco de 1970 que reunió el genio, la sensibilidad y la energía de cuatro nombres esenciales del rock de la ebullición juvenil de fines de los sesenta: David Crosby, Steve Stills, Graham Nash y Neil Young, firmas que llenan 36 minutos no sólo de poderoso folk-rock, sino que también de otras múltiples influencias bien condimentadas por este supergrupo de la “nación Woodstock”.

Como en un amanecer que promete jornadas felices bajo un sol imperturbable, los luminosos acordes y las visionarias líneas vocales de Carry on lanzan una incontrarrestable proclama de paz y amor. De inmediato sobresalen las armonías vocales, sello distintivo de Crosby, Stills, Nash and Young (CSNY), que se roban prácticamente todo el tema con su ensamble perfecto. Un austero pero vital solo de guitarra se suma acertadamente a la base acústica, a la que las percusiones dan un sabor especial. Pasados los dos minutos y con las bellas líneas “Carry on / love is coming / love is coming to us all”, termina la primera parte de esta canción. Un pase percusivo hace partir la segunda sección más rockera, con predominancia de la batería, el órgano Hammond y los sicodélicos punteos de Neil Young. La base se mueve muy en la onda de In a Gadda da Vida, de Iron Butterfly, pero eso sí, las voces, que no tardan en retornar, borran cualquier posibilidad de confusión: CSNY is coming…

Este disco, hay que decirlo, recorre una riqueza de sonidos, estilos y estados de ánimo que hasta el último minuto, con la suma final, da un resultado armónico y perfecto. Así, el country más convencional también tiene su espacio con Teach your children, en donde las voces nuevamente se llevan todo el crédito, junto a la colaboración del mítico Jerry García (Grateful Dead) en la guitarra steel. El corte dura menos de tres minutos y mantiene la actitud visionaria y optimista de Carry on.

La electricidad retorna con la turbulenta Almost cut my hair, que escupe inquietud, angustia y pesimismo, sentimientos que reflejan la otra cara de eso años, marcados por Vietnam. Una guitarra cadenciosa y cortante va dibujando este medio tiempo intenso, rockero y oscuro, en donde no hay espacio para las armonías vocales que dieron vida a los tracks anteriores, detalle que es suplido por la voz desesperada de David Crosby, una certera base rítmica y ácidos solos de guitarra.

La calma regresa con Helpless, para mí una de las mejores baladas de todos los tiempos. Emotiva y melancólica, la desamparada voz de Neil Young dibuja unas líricas sencillas, cuya entonación en algo recuerdan a Bob Dylan en Knockin’ on heaven´s door. Una gran composición perfectamente ejecutada, con excelentes arreglos a cargo del piano, la guitarra acústica y la guitarra steel de García, que se lleva gran parte de los créditos en cuanto a la atmósfera evocadora que recorre todo el tema.

La quinta canción, un cover de la cantante canadiense Joni Mitchell, deja claro que estos tipos también están llenos de fuego rockero. Un riff de prominente hard rock, una guitarra rítmica afilada e implacable, un bajo que a ratos parece poseído –sobre todo en pasajes con octavas-, una batería que no ahorra recursos, redobles y sutiles quiebres y, por sobre todo, una combinación precisa de las voces precisas, hacen de este uno de los temas más recordados y conocidos del disco, un himno hippie que a pesar de la agonía de los sueños, hoy se escucha igual de fresca y esperanzadora.

La canción que da su nombre al álbum, Deja Vu, suena algo más experimental, con una mayor diversidad de pasajes y bastante de impredecibilidad que van desde un comienzo teñido por un aire jazzy y con reminiscencias orientales, hasta una balada sicodélica en la que se asoma una harmónica añorante y licks de guitarra que huelen a jazz. La calidad vocal se mantiene, pero las melodías son algo menos convincentes, aunque hipnóticas.

Del séptimo corte, Our House, es imposible no decir que se trata de una grandiosa balada pop. Es una canción romántica que puede escucharse cuatro, cinco, diez veces y siempre va a generar algo extraño, una sensación que irremediablemente lleva a suspirar. La melodía y los acompañamientos recogen cierto sonido inglés, que incluso podría llevar a pensar en The Beatles. Sin embargo, Our House es una personalísima composición de Graham Nash escrita para su pareja de entonces, Joni Mitchell (la creadora del tema Woodstock), en donde la voz se complementa de forma perfecta con el teclado y también con la batería, cuya entrada mágicamente no rompe la atmósfera calma y reflexiva de esta pieza, en donde todo suena luminoso y, musicalmente enamorado, sobre todo en ese cambio de ritmo en donde la caja dirige un meloso e inocente “na na nanananá”. Tres minutos de amor y melosa sensibilidad que no deberían terminar nunca, aunque a ratos pueda sonar demasiado infantil o cursi.

El octavo tema de Deja Vu, 4 + 20, trae una pausa a esta mágica sucesión de melodías inolvidables, con una balada folk sencilla, que en dos minutos ocho segundos de arpegios deja al oyente una buena lección de sencillez y belleza. Tras la quietud, irrumpe una suite algo extraña, que nuevamente aleja a la banda de los márgenes típicos.

Country Girl a ratos parece una composición cuasi sinfónica, con toques majestuosos de percusión y un libre trabajo de teclados. Las armonías siguen presentes, pero ahora más allá de moldes estándar. La melodía vocal que aparece en 3.20 puede poner fácilmente la piel de gallina, sobre todo con el violento sonido de la guitarra que la acompaña. La siguiente melodía es una nueva muestra de genialidad, moviéndose sobre una orquestación de lujo.

Después del golpe de emotiva intensidad propinado por Country Girl, Everybody I love you trae ahora un schok de electricidad, que cierra el disco en la mejor clave rockera. La primera parte, arrolladora para los estándares sesenteros, da paso en 1.17 a una melodía notable que se repite hasta el final, con entusiasmo y un ritmo que invita a moverse. Variedad, calidad y energía, elementos que sobran en Deja Vu, uno de los grandes álbumes de los sesenta, lo que no es poco decir.



PARA ESCUCHAR:


http://www.youtube.com/watch?v=g7EgsNfzsy4 (Carry on, folk y rock, al esencia de CSNY).


http://www.youtube.com/watch?v=VDpHpbllByg (Our House, canción de amor, melosa melodía melodiosa).


http://www.youtube.com/watch?v=4zdB1zyjI48 (Almost cut my air, oscura melancolía frente a un sueño que despierta en Vietnam).

Testament - The Legacy (1987)






Sin más rodeos, vamos derecho al grano. Antes de hablar de potencia y velocidad, habría que decir que "The Legacy" suena a un disco atrasado dentro de las producciones clásicas del thrash ochentero. Basta echar un vistazo a lo que estaba haciendo el resto de las bandas entre el 86 y el 87 para coincidir en que el disco debut de Testament suena demasiado crudo y directo, como habían sonado justamente los debuts de bandas como Metallica, Anthrax, Slayer y Megadeth. Claro que eso fue dos, tres o hasta cuatro años antes de la aparición de "The Legacy" y ya por esos tiempos los cuatro nombres pioneros del estilo habían escupido al mundo un "Master Of puppets", un "Among the living", un "Reign in blood" o un "Peace sells".


Sin embargo, a pesar de ese "pequeño" detalle, el primer álbum de estos californianos debería sin duda, a mi juicio, ocupar un espacio importante entre los clásicos del género.


"Over the wall" abre el disco con una intro de riffs que en no más de 33 segundos muestran cómo se echa andar un tema que veinte años más tarde seguirá sonando demoledor, pasando por tres velocidades hasta llegar al riff principal de las estrofas. Aquí la voz de Chuck Billy simplemente desgarra, estableciendo el parámetro que regirá el resto del disco. Luego de precisos cambios de riffs sobre una sólida base rítmica, poco antes de los dos minutos del track, llega una pausa que se agradece y en la cual se desgrana un pequeño solo de guitarra, de aire oriental. La velocidad retorna con un solo en que los dedos de Alex Skolnick combinan con maestría la fiereza metalera y el buen tino melódico, con un sweep picking brillante.


"The Haunting" parte replicando la receta de "Over the wall", hilando una interesante madeja de riffs en donde las armonías entre las dos guitarras colocan un color diferente. La voz sigue potente y los coros golpean. Al igual que en el corte anterior, el solo de guitarra no deja nota por tocar, siempre con un buen enfoque melódico. Como curiosidad, parece ser el único tema donde el bajo de Greg Christian se hace notar un poco más.


La tercera composición, "Burnt Offerings", se inicia con una introducción suave y armoniosa que da paso a un puñado de riffs duros e intrincados que van abriendo camino para lo que puede denominarse un tema paradigmático de thrash melódico, con la garganta de Chuck Billy que no decepciona.

"Raging waters" mantiene el nivel del disco, ahora en una onda más típicamente thrash metal, con el estilo casi recitativo de Billy en su máxima expresión y un coro llamativo. Buen desarrollo de riffs para cabecearlos hasta el final.


Más en el estilo de Slayer del "Show no mercy", "C.O.T.L.O.D." sigue la ruta thrashera y más directa, con un coro infernal que machaca sin piedad en los oídos una casi gutural "¡Curse of the legions of death!". Es el tema más breve del disco y uno de los más intensos.


En "First strike is deadly" la voz de Chuck Billy llega a su peak de agresividad y Skolnick se despacha uno de sus mejores solos, con esa llamativa combinación Malmsteen-Hammett que le hizo tener ya a los 17 años un estilo que es marca registrada.


Otro golpe llega con "Do or die". Las guitarras entran como una ráfaga, con un preciso acompañamiento de la batería y sus platillos. Los riffs magistrales se repiten con fiereza, con cambios de tiempo y una destacable melodía vocal.


"Alone in the dark", octavo corte de "The Legacy", regala un pasaje instrumental lento, con un solo lleno de neoclasicismo que da paso a riffs contundentes y rápidos sobre los cuales la voz de Billy va dibujando distintos climas y melodías. En la sección del coro, la línea vocal es doblada en octavas por la guitarra, lo que genera una atmósfera especial. El intermedio instrumental está lleno de ideas rescatables, aunque el solo pudo haber sido más intenso.


La última canción del disco, "Apocalyptic city", también abre con un solo lento, pero la velocidad no tarda en entrar en escena , con un buen trabajo de riffs y armonías. El solo vuelve a recordar a Malmsteen y la sucesión de melodías hacen que la canción termine arriba.


Buen final para un disco crudo, directo, pero también con su toque de melodía, sobre todo de la mano de Alex Skolnick.

MÚSICOS:

Chuck Billy: vocals

Eric Peterson: guitar

Alex Skolnick: guitar

Greg Christian: bass

Louie Clemente: drums

PARA VER:

http://www.youtube.com/watch?v=ftwBrUEVlcI (Over the Wall, videoclip de una canción con un solo perfecto y unas letras furiosas).

http://www.youtube.com/watch?v=0hQRGVzKKBY (Alone in the Dark -en vivo- o cuando el trash metal conoció las melodías).


PARA ESCUCHAR:

http://www.youtube.com/watch?v=borS9TymZVM (C.O.T.L.D., un golpe seco y frontal).

http://www.youtube.com/watch?v=MOqZFlS6mcs (Raging Waters, una tema pesado pero con un coro pegote).

Toto – Toto 1978




Poco antes de que los ochenta se dejaran caer sobre el rock, seis músicos dieron a luz un disco de calidad intrigante, dada la variedad de estilos de cada uno de sus cortes y el afán exploratorio de sus intérpretes, condiciones que a la hora de la suma final curiosamente no afectan el saldo positivo final en cuanto a consistencia.

Lo de la variedad resulta casi obvio, ya que todos los miembros de Toto eran músicos de primera, con una gran reputación como sesionistas de bandas y solistas que iban desde el blues y el jazz hasta el funk y el hard rock.

Por lo mismo, este primer esfuerzo es una caja de sorpresas que atrapa los principales sonidos de una época que se despide y en donde –a pesar de lo ácidos que muchas veces han sido los críticos con el grupo-, la buena música ocupa prácticamente cada surco.Y si bien las composiciones corren casi enteramente por cuenta del tecladista David Paich –con excepción de You Are The Flower, de Bobby Kimball, y Takin’ it Back, de Steve Porcaro- la cohesión los hace sonar como una orquesta de rock perfecta, en donde destaca, algo tímido aún, el virtuosismo del guitarrista Steve Lukather –con influencias del jazz-fusión, algo de rock duro y pop setentero- y la solidez del recordado baterista Jeff Porcaro, dotado de un gran dominio técnico siempre aplicado a las canciones, o sea, alejado de cualquier malabarismo.

Evidenciando las múltiples aristas de su homónimo álbum debut de 1978, Toto abre el fuego con un tema instrumental sencillo y rockero, pero con marcado acento sinfónico, presentando el típico juego armónimo y melódico de las teclas progresivas, claro que con la guitarra como arma principal y una fresca base de ritmo, a través de la cual Jeff Porcaro va estampando su firma, trámite que prosigue hasta el final del disco. En general, la marca de fábrica del batero es hacer ver que sólo construye un patrón básico y sencillo, lo que en realidad es mera apariencia, ya que su juego con los silencios o notas fantasma reviste más de alguna complicación y le dan a cada tema, entre ellos Hold The Line, su sabor característico.

La solemnidad de Child’s Anthem queda rápidamente de lado con las líneas más pop de I´ll Supply The Love, que sin embargo se estructura sobre riffs que escupen puro rock. Una canción obligada a convertirse en hit radial, fue justamente el segundo single de esta producción. Claro que esta predestinación no implica por ningún motivo que se trate de una composición mediocre o poco creativa, destacando principalmente la bateria de Porcaro. El quiebre instrumental con que cierra el track, a partir de los 2.44 minutos, confirma su potencia y calidad.

Otra veta se abre con Georgy Porgy, tercer sencillo, que cuenta con la participación de la cantante soul Cheryl Lynn, que le da un sabor especial a la canción, complementando la voz de Lukather. Básicamente, es un efectivo y relajado groove de funk, con delicadas percusiones y tintes jazzeros, que sigue la tradición de la canción pop de los 70.

El rock vuelve con Manuela Run, canción de estribillos y coros pegadizos, melódico solo de guitarra y batería precisa, con una bella y sutil pausa alrededor de los dos minutos y medio de canción.

You Are The Flower retoma el funk y el soul, con un teclado insinuante y elegantes percusiones y adornos de Porcaro en los platillos, que le dan un poco de dinamismo a un tema algo monótono, que se va apagando con un jugueton slap de David Hungate.

Girl Goodbye trae uno de los riffs más hard, junto con Hold The Line, dejando en primer plano a Steve Lukather, que también se las arregla para sacar unas rítmicas llamativas. Algo del aire progresivo de la intro perdura a lo largo de toda la canción, con un teclado que aporta una atmósfera misteriosa al simple y repetitivo riff guitarrero sobre el cual la voz derrocha energía y soul.Cerca de los cuatro minutos, durante el solo de guitarra, Toto alcanza una cima instrumental de comunión casi perfecta, que luego de una pausa trae a los músicos de nuevo a carga con un grito de Kimball. La intensidad va in crescendo en un notable pasaje instrumental que explota en las cuerdas de Lukather, con un rápido solo de cierre que anticipa el fuego de Hold The Line.

Takin’ It Back es la calma después de la tormenta. Otra muestra de elegancia aplicada al pop, la canción le debe mucho de su efectividad al trabajo de los tecladistas y a una sugerente y repetitiva línea de bajo que hacia el final del tema establece un llamativo juego con los cambios de ritmo que ensaya de forma magistral Porcaro. Claro que se trata de una jam brevísima, que deja con ganas de que el fade out no acabe nunca.

Más pop rock en el mismo nivel de Manuel Run (muestra del incipiente AOR) es lo que trae Rockmaker, un tema dinámico y simple con estribillos llenos de melodía, adecuadas armonías vocales y un buen solo de guitarra.

El track nueve es el clásico por antonomasia de Toto: Hold The Line, primer single de su carrera, que los llevó a la cabeza de los ránkings, y para muchos una de las mejores canciones de la historia del rock, que hasta hoy suena igual de fresco y energético que a fines de los setenta. Luego de un golpe seco de batería, los acordes de teclado construyen una melodía imposible de olvidar, alrededor de la cual se va dibujando un patrón rítmico demoledor y adictivo que da la impresión de caminar con pasos firmes, con un notable aporte de los platillos, y que en resumen hace justamente lo que indica el título de la canción: mantener la línea. Un potente y también involvidable riff de guitarra y una voz llena de sensual e intensa completan la fórmula de este verdadero encantamiento, que en menos de cuatro minutos consigue adueñarse del oyente y hacerse imborrable. El aporte solista de Lukather en este tema también es salvaje, con una serie de licks que van brotando cada vez con mayor intensidad, siguiendo el pulso de la batería que luego de un efectivo redoble logra otra de las cimas musicales del disco a partir de los 2.10 minutos. Las armonías que cierran el solo de guitarra reafirman el buen gusto de Lukather. La repetición del coro ya hacia el final, mientras el bombo de Porcaro teje sabrosas variaciones, es sencillamente de antología.

Angela, una balada que en lo personal no me convence demasiado, tal vez por el nivel impuesto por el tema anterior, se encarga de cerrar el disco. Lo mejor del track es el sonido rockero que aparece de improviso gracias a una poderosa línea de guitarra. Desgraciadamente, al igual como ocurre en Taken It Back, lo más interesante parece quedar truncado, ya que un fade out va apagando lentamente un incipiente jam.



MÚSICOS:


David Paich - vocals and keyboards

Steve Lukather - guitar and vocals

Bobby Kimball - vocals

Steve Porcaro - keyboards

David Hungate - bass

Jeff Porcaro - drums


PARA VER:


http://www.youtube.com/watch?v=9f-cEM1l7Ks (Hold the line, un riff sencillo y grandioso –como el de Smoke on the Water de Deep Purple-, sobre una base rítmica de oro).

http://www.youtube.com/watch?v=uV4yjWP2FGM (Georgy Porgy, un relajado groove funk con toques jazzeros)

http://www.youtube.com/watch?v=PbUaatTgAJo (Girl Goodbye, la canción más potente del disco debut de Toto, junto a Hold the Line).


http://www.youtube.com/watch?v=39D_xLI_0gQ&feature=related (I’ll supply the love, pop rock sofisticado con un cierre perfecto)


http://www.youtube.com/watch?v=1g8hTxkv4Cw (Rockmaker, una canción quizás "menor" dentro del repertorio de Toto, pero con una melodía muy recordable).







Scorpions - In Trance (1976)



Por si alguien tiene alguna duda de lo que es un álbum de hard rock setentero, In Trance, tercer disco en la carrera de Scorpions y el segundo con Uli Roth en la guitarra solista, no dejará espacio para inquietud alguna.
Grabado en 1975, ya antes de echar a sonar el primer track la presentación ofrece algunos detalles no menores: Uli Roth compone o participa en la composición de la mayoría de los temas; además, detrás de los tambores aparece un rostro nuevo, Rudy Lenners, quien realiza en esta grabación el que es considerado por muchos como el mejor y más creativo trabajo de batería que ha exhibido la banda germana; y por último, se trata de la placa que inicia la colaboración de Dieter Dierks como productor, para algunos pieza clave del posterior éxito de la banda.También la sugerente, entre sensual y oscura portada deja claro que la cosa va en serio.
Ya en la entrada, Dark Lady adelanta el clima de todo el disco, con un trabajo de guitarra incendiario, con doblajes y generosas dosis de vibrato y wah wah, que desnudan el fuerte influjo de Hendrix sobre Uli Roth, el cual logra conjugar con un gran sentido melódico, a ratos casi neoclásico.
Dark Lady, compuesta y cantada por Roth –a excepción de los coros, a cargo de Klaus Meine- muestra la confianza de Scorpions en su seis cuerdas, la cual es correspondida con creces, considerando que se trata de una canción poderosamente rockera que mantiene su intensidad durante sus 3.25 minutos de duración.
La pausa la coloca el segundo corte, que da título al disco, una verdadera power ballad anterior tal vez al concepto mismo, con un sello melancólico y acústico, que da paso a un coro poderoso, con un cuidado trabajo vocal, despidiéndose en un fade out con un riff que llama a la resignación.
Life´s Like a River irrumpe con una inspirada introducción de guitarra en base a rápidos legatos, que pronto se apaciguan y dan paso a una balada triste y reflexiva, que Uli va ornamentando con sutiles punteos.
La intensidad sube nuevamente de la mano de la guitarra que reitera las notas del principio, para nuevamente volver a la calma, esta vezpor un lapso más breve. Luego llega un coro de redoblada fuerza, en donde el bajo y la batería disparan su fuego al unísono, como antesala a un solo que es puro sentimiento.
Después de la introspección de Life´s Like a River, Top of the Bill trae de vuelta el hard rock más puro en base a un mid tempo con un riff repetitivo del tipo Smoke on the Water, que es bombardeado con licks salvajes y distorsionados. Unos enérgicos redobles y ritmos casi marciales acompañan a Uli en uno de sus solos más fieros y explosivos.
Living and Dying sigue una fórmula similar a Life´s Like a River, pero los legatos son remplazados por un riff oscuro, que da paso a estrofas llenas de misticismo, interrumpidas por un coro potente, en base a powerchords.
Siguiendo la lógica de combinar distintos climas, el sexto tema, Robot Man, en menos de tres minutos logra sacudir los tímpanos con una dosis de rock duro y acelerado, con efectos de voz y un solo de guitarra marcado por el juego de melodías.
Después de este uppercut Evening Wind trae de vuelta la melancolía y la nostalgia, en un corte en donde las guitarras suenan particularmente frescas y van urdiendo una serie de melodías y riffs y powerchords sobre los cuales la voz de Meine suena perfecta.un ejemplo de progresión y manejo de la intensidad.
El sonido más experimental y algo bizarro también tiene su espacio en el álbum, gracias al octavo tema, Sun in my Hand. Sicodelia en clave de blues, algo así como un homenaje de Uli Roth a Jimi Hendrix, con su guitarra cargada de efectos que va imitando las líneas que él mismo canta, también con algo de efectos sobre la voz, para finalmente desgranar otra vez un cargamento de solos salvajes.
El track nueve requiere más detención, ya que a mi juicio es la mejor canción del In Trance. Longing for Fire es distinta a todo el resto del disco, lo que no implica que rompa la armonía de conjunto. Por el contrario, refuerza la calidad de todo el álbum. Con armonías y melodías vocales perfectas, enérgicas y emotivas, el tema avanza empujado por una sólida y llamativa línea de bajo, que Lenners logra complementar con naturalidad en la baquetas, lo que se repite también en el trabajo rítmico de las guitarras. Los dos solos también son precisos, con un tremendo sentido melódico en donde ninguna nota pareciera haber quedado al azar. Longing for Fire es una de esas canciones que uno no puede imaginar tocadas de otra forma y que paradójicamente siempre deja con gusto a poco, ya que sólo dura 2.42 minutos. Por eso no es raro que sea escuchada una y otra vez.
Nada se habría echado en falta de terminar el disco en este punto. Sin embargo, Scorpions, y particularmente Uli Roth, quisieron bajar el telón con Night Lights, un corte instrumental de aire relajado, suave y de bella armonías, en ningún caso un tour de force de virtuosismo, sino que un delicado y elegante cierre para uno de los grandes discos de los setenta.
MÚSICOS
Klaus Meine (vocal)
Rudolf Schenker (guitarra)
Ulrich Roth (guitarra)
Francis Buchholz (bajo)
Rudy Lenners (batería)
PARA ESCUCHAR:
http://www.youtube.com/watch?v=NgFqhPEl2wA (Longing for fire, una de las mejores canciones de Scorpions, a mi entender).
http://www.youtube.com/watch?v=Z-bZvGDG3ww (Dark Lady en vivo en Japón, con un siempre inspirado Uli Roth).
http://www.youtube.com/watch?v=p92ViBzHxmg (Living and Dying, fiero lirismo épico made in Germany).
http://www.youtube.com/watch?v=hAnnMY6u5C4&feature=related (Robot Man, con un solo de guitarra de aquellos...).
PARA VER:
http://www.youtube.com/watch?v=pOQpRcfLmLs (Top of the Bill en vivo, lamentablemente sin Uli Roth -a ver si alguien puede pillar un video de los 70 de Uli tocando algún tema del In Trance).

Billy Cobham - A funky thide of sings (1975)



Inmerecidamente relegado a un segundo plano en la tremenda discografía del maestro de las baquetas Billy Cobham, A Funky Thide of Sings me parece, a pesar de todo, un disco redondo -valga la redundancia-, macizo de ritmos envolventes, que si bien no marcan un antes y un después en su producción musical, vale la pena tener a mano para menear un poco la cabeza y encender una fría noche de invierno con buenos pedazos de fuego jazz-funk.
Tal vez su sonido directo y sus estructuras sencillas, junto a la monotonía de una atmósfera casi invariablemente festiva, conspiren para que algunos puristas de la fusión y expertos en Cobham frunzan el ceño con los compases de este álbum.
Pero en el caso de alguien que viene del rock, esos mismos "pecados" se convierten en atractivas revelaciones que conforman un disco entretenido, de fácil digestión y a ratos adictivo.
Cobham, el mismo que junto a otra hornada de músicos abrió en los sesenta la senda del mestizaje entre el jazz y el rock -a golpes de tambor, en su caso-, quizás intentó con este disco alejarse un poco de la rigurosidad de una carrera de inquietud exploratoria y divertirse simplemente con unos grooves juguetones, pero que no dejan de lado la calidad musical. Esto se aprecia en temas como Panhandler -que abre el disco-, Sorcery y Funky Thide of Sings, en donde los vientos, la base rítmica y la guitarra de John Scofield -interesante sorpresa, que luego de esta grabación nunca más abandonó las grandes ligas de la fusión- funcionan a la perfección.
Mención aparte merece Funky Kind of Thing, un ingenioso solo de batería de más de nueve minutos en donde prima más la creatividad de Cobham que el afán exhibicionista, con variados cambios de intensidad y efectos de eco.
En cuanto al trabajo guitarrístico de Scofield, su aporte rítmico es innegable, aunque no tiene mucho espacio para lucirse soleando. En Thinking of you, ofrece, a mi juicio, el solo más certero y destacable.
El ocaso del disco lo trae Moody Modes, pieza totalmente diferente al resto de las composiciones de A Funky Thide of Sings, marcada por un toque intimista, reposado y a ratos melancólico, cercano al jazz más convencional.
A partir de los dos minutos y medio las teclas suaves se apoderan del surco, a lo que se suma el saxo y los vientos en general, pasando por una seguidilla de melodías en donde toda la banda tiene la oportunidad de ponerse en primer plano.
En resumen, un álbum sólido, en donde Cobham -con todo su reconocida mochila de influencias latinoamericanas y de bopers como Max Roach, Art Blakey, Roy Haynes y Elvin Jones-, demuestra que el suyo es uno de los nombres claves de la fusión y el jazz-funk primigenio, ese del batero del Miles Davis más sicodélico y de la espiritual y fiera Mahavishnu Orchestra.

MÚSICOS
Billy Cobham (synthesizer, percussion)
Michael Brecker, Larry Schneider (saxophone)
Randy Brecker, Walt Fowler (trumpet)
Tom Malone (trombone, piccolo)
Glenn Ferris (trombone)
Milcho Leviev (keyboards)
John Scofield (guitar)
Alex Blake (bass)
"Rebop" Kwaku Baah (congas).

PARA ESCUCHAR:
http://www.youtube.com/watch?v=rb75H0vrom8 (A Funky Thide of Sings, levanta hasta los muertos)
http://www.youtube.com/watch?v=6MVtaEv9Q20 (Panhandler en vivo, claro que no con el personal de “A Funky Thide…, sino que con la banda del tecladista George Duke).